Podemos cuestionar esa inclinación carnal
Por más profunda que sea esa inclinación es una limitación de nuestra aspiración
infinita. El libre albedrío puede serguirla o rechazarla. Susbsiste el deseo de infinito y
por eso el hombre puede cuestionar de raíz el sentido de su vida. Cristo llama al
hombre dominado por la carne, y trabaja en él. La gracia del Señor es más pura que las
astucias de la carne y puede despertarnos y y recordarnos nuestro destino eterno. La
gracia se dirige al fondo de la libertad, a ese deseo infinito y a ese llamado que el
pecado no puede llenar. El hombre lleva siempre en sí por la posibilidad real de
retomar el dominio de su juicio y cuestionar todo lo que hace. Cuando el hombre
quiere, puede romper su adhesión fundamental por un acto de libertad creadora,
surgido de las profundidades de su deseo infinito de la fuerza de Dios. Entonces
puede cambiar el sentido de su destino y volver a nacer.