Las dos heridas provocan una triste libertad

Las dos heridas provocan una triste libertad

La libertad exige el dominio de sí mismo. Pero las heridas nos dejan en un
estado de divisón fuerte de la carne sobre el espíritu. La libertad exige la lucidez,
aunque no conocemos nuestro verdadero fin y somos inconscientes de nuestra
miseria real. Además la libertad exige la entrega de si mismo, aunque nos replegamos
sobre nosotros y nunca llegamos a un amor plenamente generoso. Nos inclinamos a
un amor espontáneo y egoista de nosotros. Si no existiera la Gracia de Cristo,
estaríamos perdidos. Pero la gracia existe y llama a cada hombre. Si la aceptamos
comienza nuestra historia de liberación. Si la rechazamos, nos espera la esclavitud.
También el pecado personal influye con sus temibles efectos, porque actualiza esa
capacidad del mal que tenemos por ser heridos. No sólo nos atrae, sino nos conduce
al gusto por la carne. Tenemos una libertad cautiva.

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