Peligro de la desesperación
La desesperación no es el pecado más grave. Sin embargo, es el más peligroso de
todos. ¿Por qué? Porque amenaza nuestra vida moral al quitarnos la esperanza.
Claramente, nuestra realización como personas está vinculada a la Esperanza. San
Juan Crisóstomo dice que el pecado no nos precipita en la condenación, sino la
desesperación. La desesperación nos lleva a la perdición.
Es difícil que la desesperación encuentre perdón. Es difícil porque la desesperación
rechaza el camino para el perdón de los pecados, puerta necesaria para entrar en la
felicidad eterna. Negar el camino es lo mismo que cerrar la puerta.
Durante siglos la desesperación pertenecía a los pecados “capitales”. Hasta el siglo
XVII los pecados capitales eran: soberbia, ira, gula, avaricia, “acedia”, lujuria y
envidia. En ese tiempo los moralistas jesuitas cambiaron “acedia”, que parecía una
palabra complicada por “pereza”. La pereza está ligada a la ordenación capitalista del
trabajo. De allí nació el dicho: “la pereza es madre de todos los vicios”. Sin embargo,
el principio y la raíz de la desesperación es la “acedia”.