El pecado de desesperación y la condena
Cualquier acto es pecado si va contra de la realidad. Por eso, S. Tomás dice: “Todo
acto de la voluntad que se hace según una razón verdadera es bueno. Todo acto de la
voluntad que corresponde a un juicio falso es malo y pecado”. Por eso, si realmente
no se pudieran perdonar los pecados, (un juicio falso), no sería pecado desesperar del
perdón de los pecados.
La desesperación de un caminante es anticipo de la condenación. El dolor de la
condenación consiste en que los desesperados niegan el camino hacia la plenitud. Sin
embargo, la naturaleza del desesperado continúa orientada hacia esa plenitud, aunque
la niegue.
Tanto la desesperación como la esperanza, presuponen un deseo, un anhelo. Lo que
no deseamos ni anhelamos no puede ser objeto ni de nuestra esperanza, ni de nuestra
desesperación. Ese anhelo de plenitud lo puso Dios en el fondo de cada alma. Por eso,
desesperar es contradecirse, es desgarrarse. En síntesis, en la desesperación el
hombre niega su propio anhelo de plenitud, que es indestructible.