¿CUÁNTOS PANES TIENEN USTEDES?

¿CUÁNTOS PANES TIENEN USTEDES?

LA EUCARISTÍA

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo:

«Vengan ustedes a solas, a un lugar de desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía que no tenían tiempo para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.

Al verlos partir muchos los reconocieron y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes qe ellos.

Al desembarcar, Jesús vió una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Como se había hecho tarde sus discípulos se acercaron y le dijeron:

«Este es un lugar desierto y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer».

El respondió:

«Denles de comer ustedes mismos»

Ellos le dijeron:

«Habría que comprar pan por valor de 200 denarios para dar de comer a todos».

Jesús les preguntó:

«¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver».

Después de averiguarlo, dijeron:

«Cinco panes y dos pescados».

El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos sobre la hierba verde y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. Entonces el tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a los discípulos para que ellos los distribuyesen. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres.

Marcos 6:30-44

MOTIVACIÓN

Jesús ha enviado a los doce a misionar. Ellos regresan contentos de haber predicado el Reino y curado a la gente. Están cansados y hambrientos. Pero la multitud popular no los deja ni comer. Veamos partir en la barca a Jesús y los doce y vayamos por tierra a su encuentro. También nosotros necesitamos un pastor.

COMENTARIO

El apóstol es el que deja todo por Dios. Esa es también la esencia de la oración. Por eso, Jesús los lleva a «un lugar desierto», «a solas. Pero el pueblo los alcanza y cuando desembarcan, Jesús y los doce se encuentran con una multitud.

Jesús siente compasión por todo ese pueblo hambriento de Dios. Siente lástima de que la gente sea «como ovejas sin pastor». Se conmueve y se olvida de comer. Comienza a guiarlos con su palabra firme y dulce a la vez. Les enseña sin prisa. Pasan las horas, nadie se cansa porque escuchar a Jesús es un descanso: habla tan distinto a todos!, y además, cuando habla se nota su amor! El hambre espiritual se calma.

La tarde va cayendo. Queda la luz difusa de un sol que se pone. Los discípulos piden a Jesús que despida a la gente de ese desierto para que vayan a las aldeas a comprarse de comer. La escena sugiere al pueblo israelita en el desierto sin alimentos y el milagro del maná.

Sorpresivamente Jesús les mandó a ellos que les den de comer. Quiere probarlos, porque sabe que «no sólo de pan vive el hombre» y a la Iglesia le corresponde nutrir espiritualmente al pueblo. Pero ayer como hoy surge la misma excusa frente a las otras necesidades, las materiales: «Se necesita mucho dinero para dar de comer a este pueblo».

Entonces, Jesús les hace la pregunta por excelencia:»¿Cuántos panes tienen ustedes?» La respuesta sólo la podrán dar después de la Resurrección. Por ahora están ciegos. Siempre discuten por el pan. No comprenden que Jesús mismo es el Pan. Van a la barca a buscar lo que tienen: Cinco panes y dos pescados.

Jesús ordena que los doce hagan grupos (symposia=banquetes) de a cien y cincuenta para sentarse sobre el prado verde. Jesús tiene presente el Salmo 22: «Por prados de fresca hierba me apacienta mi pastor y prepara ante mi una mesa». El pueblo, para Jesús, no es sinónimo de desorden. Los apóstoles son los que deben responsabilizarse de los grupos que les tocan: son sus comunidades a las que congregan y construyen. Ellos son los testigos del signo que hace Jesús no por poder sino sólo por amor al pueblo. Los cinco panes alcanzarán para cinco mil hombres «que quedarán saciados».

Jesús preanuncia la Eucaristía: toma los panes, levanta su corazón al Padre, pronuncia la «terakah» o bendición del pan:»Bendito seas señor Dios del universo por este pan fruto de la tierra del trabajo del hombre», parte los panes y los entrega a los doce para que ellos los distribuyan, y sólo ellos sepan quién es Jesús. Tuvieron que ir a buscar las canastas de la barca, las que sirven para los pescados, para colocar las sobras, que les servirán luego como buena carnada en el mar. Pero no entendieron y su mente seguía cerrada a la obra de Dios. Por eso, Jesús los manda con la barca hacia Betsaida y se queda en tierra para despedir a la gente y subir a la montaña para orar.

Toda la fuerza de Jesús viene de esta relación continua y buscada con su Padre. Es su intimidad de hombre verdadero y de Hijo de Dios la que se manifiesta allí. Jesús da gracias al Padre por ese pueblo que lo sigue y por esos doce hombres que ha elegido y no comprenden. Pero los prefiere un poco rudos para que se vea bien que en ellos todo es obra de la Gracia. Ellos reconocerán a Jesús, más adelante, «al partir el pan». El pan que tendrán que repartir es el Cuerpo de Jesús, entregado por nuestros pecados como ofrenda de redención. La Eucaristía es la fuente de la fuerza de la Iglesia, del dinamismo de sus pastores y el alimento del pueblo que escucha la Palabra divina.

APLICACIÓN A NOSOTROS Y PREGUNTAS DE JESÚS

Estos pobres que acuden a Jesús son el Pueblo de Dios, son las multitudes hoy esclavizadas por laTV y todas las formas de huída de Dios, o amenazadas cada día en su subsistencia, agobiadas por la miseria, el hambre, la enfermedad, la falta de empleo y la carencia de techo.

Los Apóstoles somos los clérigos, contentos de tener «resultados» pastorales, pero cuando llega la hora de cenar queremos sacarnos de encima a los «pesados». Este Jesús que está con nosotros en este momento es el hombre auténtico que se compadece, que tiene lástima, que no puede ver al pueblo sin pastor. Su palabra cura, su amor paternal lo siente la gente: no se van, se quedan. El se olvida de si.

-¿Me escuchas cuando quiero conducirte a un lugar desierto para descansar, para orar, para fortalecer nuestra amistad íntima?

-¿Estás convencido que tienes pan, el pan en tu barca?

-¿Cómo es tu relación conmigo en la Eucaristía?¿Me reconoces en mi sacrificio?¿O pasas ciego por delante?

-¿Te preparas para ser traidor de sagrarios, abandonado en la soledad al único pan que sacia tu corazón?

-¿Manifiestas tu fe en la Eucaristía, que es mi presencia viva entre ustedes?¿Los domingos, en vacaciones?

-¿Sacas de mi presencia real en la Eucaristía los verdaderos frutos: Serenidad, unidad y caridad?

-¿De ustedes a quienes elegí, puede decir la gente: «miren como se aman»?¿O eso sólo pertenece a una épica, a una gesta del pasado?

-¿Te das cuenta que sólo purificado de tu egoísmo puedes escuchar la voz que te invita al banquete?

-¿Si yo te preguntase hoy «Cuántos panes tienes», que me responderías?

PLEGARIA

Jesús, pan vivo bajado del cielo,

¿Te fijaste de qué manera me obsesiona el comer?

¿No te duele de todo el tiempo que pierdo por ahí charlando a troche y moche, y del poco tiempo que te doy para comprenderte y adorarte en la Eucaristía?

Gracias por quererme mejor, más valiente, más apóstol: que no sea traidor.

Gracias por confiarme las comunidades de la Iglesia.

Dame hambre de ayudar a los millones de hambrientos y manifestarlo en mi abandono de la comodidad desde ahora

Dame sed de justicia y amor.

PROPÓSITOS

  • «El que come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en Mi y yo en él.
    A. Identificarme: yo en El y El en mí.
    B. Entregarme totalmente: El Señor se encarga de que sobre también para mi pesca.
  • «Un día, mientras celebraban la liturgia del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y Bernabé para la obra a la cual los he llamado»
    A. Ayunar y adorar a la Eucaristía: El espíritu del Señor nos llama a sus grandes obras. Sólo así podré compadecerme de los pobres y no caer en la ideología
  • «Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que El vuelva».
    A. Respetar la Liturgia: no es una mera comida: es el memorial del sacrificio de Jesús. Asistir a la Misa lavado, afeitado, con alegría. Prepararme a la Misa y los Sacramentos. Hacer oración previamente. Cambiar los «hábitos» de nuestras sacristías.

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