COMENTARIO A LA ORACIÓN «BENDITO ÁNGEL GABRIEL» (2)

COMENTARIO A LA ORACIÓN «BENDITO ÁNGEL GABRIEL» (2)

El segundo párrafo indica la finalidad de la oración. Rezamos en nombre de la Iglesia. En realidad, nunca oramos por nuestra cuenta: lo hacemos mediante Jesucristo, el testigo fiel. La Iglesia ora, y nosotros en ella y con ella. Pedimos al Arcángel san Gabriel que sea nuestro guía y consejero, porque muchas veces estamos confundidos y desorientados. La tarea del ángel de María consiste en reflejar el rostro de Jesús y guiarnos hacia El. Es Dios que nos regala un espejo espiritual para ver hacia dónde tenemos que ir.

Luego, expresamos los tres objetivos que precisamos. Ante todo, ser fieles al Evangelio, que es otro modo de decir ser fieles a Cristo, ya que el Evangelio es el mismo Cristo. El Evangelio aparece primero, porque Jesucristo es lo primero y lo esencial para un creyente. Cristo es el alta y omega, el principio y el fin, el lucero radiante del alba. Cada uno está llamado a seguir a Jesús: nadie puede ver la roja aurora de la resurrección si no ha pasado antes por la negra tiniebla de la muerte, a semejanza de Jesús.

Después, deseamos que se mantenga la unidad entre nosotros, que sólo es posible cuando reina la caridad que no se queja de nadie ni el público ni en privado, y que trata de descubrir lo bueno de cada persona. La caridad es la más alta virtud, la que nos une a Dios, que es amor. La caridad es el amor de Dios que impregna nuestro ser, pensar y actuar. Por la caridad, Dios se hace visible a este mundo.

Por fin, nos interesa la obediencia al Buen Pastor, Jesucristo. Brota de la fe y no es esclavitud, sino libertad espiritual. Obedecer a Jesucristo significa buscar la verdad, difundirla, defenderla y profundizarla. Obedecer a Jesucristo es suprimir de nuestras vidas las maquinaciones de quienes buscar el poder, o de los hipócritas que no viven lo que predican.

Los objetivos de nuestra oración han quedado claros. Ahora necesitamos que el Espíritu Santo nos ayude como lo hizo con María, la virgen de Nazareth. Hay una diferencia: ella fue concebida con su libertad sanada, e.d. sin pecado original; nosotros, somos liberados del pecado original en el Bautismo, pero quedamos con una grieta interior que nos hacer perder el camino. ¡Cómo suplica el corazón creyente que el Espíritu Santo lo cubra con su sombra!

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