COMENTARIO A LA ORACIÓN «BENDITO ÁNGEL GABRIEL» (3)
La tercera parte presupone la fe en la vida eterna, cuando seremos comensales del Señor en la fiesta de su Reino. Por eso, la plegaria habla de «encuentro luminoso», e.d., «de gloria». En la tierra para encontrarnos con Dios necesitamos su Gracia, que permite al alma comprender los misterios y vivir la vida sobrenatural. En el cielo, precisaremos una «luz de gloria» para poder ver al Señor tal cual es. La oración también presupone que esta vida es un camino: un itinerario «hasta el encuentro». Seríamos infelices si viviéramos solamente para aquí. Somos ciudadanos del Cielo, desde el Bautismo, y allí esperamos llegar.
Ahora se comprender los pedidos al Ángel Gabriel. Son cuatro: consejo, ayuda, impulso e intercesión en la marcha. La existencia cristiana está signada por estos elementos: nos confundimos, tenemos que luchar contra lo demoníaco, necesitamos a Jesús en nuestro corazón y confiamos en que quienes ven a Dios intercedan por nosotros.
San Gabriel Arcángel es el protector de los confundidos, pues la misma Virgen María quedó confundida ante el anuncio que le hizo en Nazareth. Es protector, porque en su condición de espíritu luminoso, Gabriel nos saca de la confusión.
Así como hay nueve coros de ángeles que sirven a Dios y lo reflejan, existe el «décimo coro» presidido por Lucifer. Es el coro que no aceptó el misterio de la Redención mediante la Encarnación del Hijo eterno: es el coro de los ángeles perdidos que ponen obstáculos a quienes son fieles al Señor. Jesús mismo lo explicó (Mateo 12:28-Lucas 11:26). Con la ayuda celestial ningún espíritu malo puede hacernos daño.
El nombre del Mesías le correspondió indicarlo al Arcángel Gabriel: Jesús. Ante ese Nombre toda rodilla se dobla (Filipenses 2:9). Ese Nombre es mucho más que un sonido: es una realidad. Los contemplativos suelen pronunciar ese Nombre en su oración, y al hacerlo así encuentran el descanso de sus almas y renuevan sus fuerzas.
La Iglesia tiene himnos al Nombre de Jesús y lo considera «dulcísimo», e.d., capaz de saciar el ansia de amor que hay en cada uno.
La intercesión es la oración de los santos por las personas que viven aún como peregrinos. La principal intercesión es, por supuesto, la de nuestro Salvador Jesucristo (Hebreos 7:25). Pero los católicos recurrimos a la Virgen, los ángeles y los santos para recibir la Gracia de Dios.