La herida original nos deja sin orientación

La herida original nos deja sin orientación

La persona que no es regenerada por la gracia de Cristo no tiene su ser
sobrenatural y su vida “real”. El hombre es capaz de fines naturales y usa una
libertad sin orientación precisa. Ya no posee la fuerza divina que unía las
energías del alma y las orientaba. Las fuerzas sensibles tienden cada una a lo
suyo, y encuentran un espíritu debilitado y pobre. Las fuerzas sensibles
superan los límites del espíritu y el ser humano yo no está unificado. La carne y
el espíritu se vuelven opuestos y el hombre queda entregado a los instintos
enloquecidos de una afectividad rebelada. Quedamos desarmonizados. Y eso
deteriora la libertad real. San Pablo llama a esto la concupiscencia de los
deseos. Cuando no recibimos la gracia estamos en lucha entre carne y espíritu.
El pecado original, la herida, no nos hizo malos ni corrompidos, como afirmaron
los reformadores del siglos XVI. Somos sólo gente herida.

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