EMILSE
Emilse Gorría era una feligresa de San Gabriel Arcángel de la primera hora, cuando en 1993 fundamos la parroquia. Me llamaba la atención esa mujer tan flaca, alta y erguida. Venía a las reuniones de estudio de la Biblia, que hicimos durante varios años los miércoles y seguimos haciendo en otros días. Era una mujer de un instinto femenino un poco salvaje y de una inteligencia fuera de lo común. Por suerte, no la envidiaban. Para eso, traté de no darle ningún cargo en la comunidad.
Había sido redactora de una revista femenina, muy apreciada hasta hace poco por las mujeres de aquí y que, por supuesto, ahora se había plegado al estilo de los medios actuales. Ella era una estudiosa de la literatura argentina y española, por su cargo de profesora, y había escrito un libro de interpretación de Don Quiijote de la Mancha, la obra cumbre de Miguel de Cervantes Saavedra.
Conocía mucha gente de todo color ideológico y sobre todo, numerosos ateos y agnósticos. Así que, aunque al principio me parecía extraño, me tuve que acostumbrar a que me invitase a unas cenas con personajes importantes y difíciles, casi siempre alejados de la Iglesia.
Tenía la costumbre de poner buena música de fondo y preparar ricas comidas, a pesar de ser un poco corta de vista. Sin embargo, cuando comenzaba la cena en cuestión se marchaba a la cocina, pues decía, tenía que preparar no sé yo bien que cosas. Me di cuenta al fin que quería dejarme solo y bien solo con sus amigos e invitados.
En alguna ocasión me quejé de que me pusiera a «trabajar» un sábado a la noche para responder y atender a los planteos de esas interesantes personalidades. Me contestó con la cortante palabra de una mujer vasca: «¿Para qué se hizo cura?».