La libertad

La libertad

La plaza Vélez Sarsfield repleta de árboles estaba iluminada por un tibio sol otoñal. El guardián caminaba tranquilo recogiendo las hojas caídas con un bastón puntiagudo. Pájaros amables iban saltando por las ramas.


Un chico, vestido con un traje marinero azul y blanco, se subió al borde para ver mejor. De pronto, plaff… y el personaje, tan trajeado, se hundía en la fuente, provocando un revuelo general.


Un murmullo se levanto: «un chico se cayó». Corrían todos para contemplar al imprudente, que ya se alzaba del fondo poco profundo, chorreando agua y pidiendo con sollozos por su mamá. La mujer contuvo el aliento, se saco su saco beige tejido a mano y abrigó al purrete.


Volvieron a casa. La gente le decía: «Este chico es muy travieso. No lo traigas mas tan cerca de la fuente». Sin embargo, ella siguió llevándolo muchas veces. Al fin y al cabo, ¿que era mas importante, la ropa o aprender a crecer?


Muchas mamás paseaban con sus chicos y conversaban. Los pibes se corrían incansables, inventando juegos y episodios. En el centro del parque una gran fuente de bronca, atraía la curiosidad de los pequeños que miraban sorprendidos el tornasolado de unos peces rojizos.

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