Mi experiencia de la realidad
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Hace poco fui testigo de la verdad de la que escribo. Un gran profesor acudió a dar
una clase que prometía ser interesante e instructiva. Había muchísima gente y todos
estaba contentos de antemano por la palabra del maestro. Qué desilusión. La voz era
mala, sorda, algodonosa, sin timbre, sin articulación, resultaba blanda y casi
inexistente. Y para colmo el profesor hablaba escribiendo en el pizarrón a espaldas de
la gente. Y ví a muchos que se iban después de sus esfuerzos inciales para aprender
algo.