Una acusación infeliz
Los hombres modernos, a causa de trágicos errores, consideran a los cristianos como enemigos de lo temporal, lo terrestre, lo humano y lo natural. Cualquier católico ha sufrido la acusación que pesa sobre nosotros. Para los dueños del poder y los medios, los cristianos somos de “gente de otro mundo”, que no nos interesamos por este mundo. Para ellos nosotros despreciamos y minimizamos la alegría y el premio de vivir la vida, las pobres cosas breves y frágiles, las únicas que podemos amar.
Pese a que no es verdad, consideran al cristianismo como enemigo de la belleza. ¿Por qué si no se encierran las monjas detrás de unos muros altos, separadas de la creación? ¿Por que consideran la belleza corporal como peligrosa? ¿Por qué nos acusan de desconfiar del arte, como si fuera algo pagano? ¿Por qué ahogan cosas lindas con exigencias morales? ¿Por qué tratan lo agradable como si fuera del diablo y lo quisieran suprimir?
Otro doloroso error: consideran al cristianismo como enemigo de la civilización. Piensan que a los cristianos no desagrada la comodidad, el bienestar; que miramos el progreso material como fuerzas destructoras; que nos lamentamos de los inventos nuevos que hacen caer las antiguas tradiciones.
Y nos acusan también, como resumen, de ser enemigos de las alegrías humanas. Acepan que las admitimos, pero las rodeamos de restricciones, de reglas, y de andar con cuidado, se trate del deporte, la amistad y el amor. Según ellos, bajo el pretexto de amar a Dios, nosotros detestaríamos al mundo y quisieramos que los demás lo odien. Que los cristianos nos dejen tranquilos para dejarnos construir nuestro mundo.
Esta acusación tan fuerte y terrible, se podría decir que es un reproche desesperado al cristianismo, desconoce por completo el espíritu católico verdadero. Y vamos a intentar demostrarles que sólo la actitud de los cristianos puede salvar todo lo temporal, lo terrestre, lo humano y lo natural. No sólo salvarlo, sino amarlo +
Osvaldo D. Santagada
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Viñetas sobre lo humano y lo natural 1