THEOPHORA SCHNEIDER
En 1965, acabada mi tesis doctoral sobre S. Tomás de Aquino, partí hacia Roma a seguir preparándome para mi tarea en la Facultad de Teología. Allí debí hacer otra tesis en el Vaticano y elegí como tema al mistagogo del Misterio Pascual, Dom Odo Casel (1886-1948). En Buenos Aires, había estudiado alemán desde 1962 y, apenas llegado a la ciudad eterna, me inscribí en el Goethe Institut. De allí surgieron mis amigos Mario, Enzo y Stefano. Me sentía con fuerza y asumí a un teólogo alemán como tema de mi búsqueda. Además, sabía que Casel había sido desde 1922 el consejero de las benedictinas de Herstelle, Alemania del Norte (Hannover).
Escribí a la abadesa, Theresia Jackisch y con amabilidad me contactó con Theophora, Eulogia y Photina, las monjas teólogas del monasterio. Me invitaron luego a visitarlo y conocer los manuscritos inéditos de Casel. De allí surgió una amistad perdurable, fruto de la cual guardo una correspondencia teológica en alemán. Theophora era una mujer delicada, muy flaca, probablemente tendría unos sesenta años en 1966, y conocía las cuestiones teológicas, no como una sabihonda, sino como fruto de una experiencia interior profunda. El Misterio de Jesucristo, sobre el cual escribía y Casel tanto había hablado, era algo vital para ella. cada vez que conversaba, vibraba alguna fibra de mi corazón. Era sociable, comunicadora, agradable, y junto con Eulogia Wurz y Photina Rech me ayudaron a comprender al hombre que yo estudiaba.
Durante casi un cuarto de siglo, mantuve correspondencia con ella, y las veces que Dios me llevó a Alemania, viajé a Herstelle. La impresión fue la misma durante años: el mismo espíritu indómito y extrasensible, capaz de dejar una marca indeleble en cualquiera. Comenzó a amar a la Argentina, a interesarse en la labor pastoral de un sacerdote metido entre la gente, a mantener mi impulso para vivir de Jesús. Nunca había tenido yo fantasías de ser inspirado por una musa. Theophora fue para mí la musa real de una teología que más que razón es poesía.
MOTTO
Brillante reflexión!!!
Osvaldo Santagada
Una mujer iluminante
Clomo se vive el mundo en un monasterio
Herstelle queda en mi memoria como uno de los eventos principales de mi vida. Las hermanas me quisieron mucho y me mostraron como se puede conocer la mundo desde detrás del claustro benedictino.
Theophora, significa «portadora de Dios’. Y lo era. Ningún nombre más adaptado a ella. Ella inclinaba un poco la cabeza hacia un costado y escuahab atenta sin dejar de mirarme y de decir algunas breves palabras.
Me regalaron todos los libros de Odo Casel (1886-1948) que dejé a Fernando Piñeiro. Mi tesis sobre él la publicaron los benedictinos de Maria Laach.
Este es un testimonio que me emocionó a mí que lo escribí.