¿Qué significa “la experiencia religiosa”?
Mensaje 389
Hablar de la Religión es hablar de Dios. Por eso, hablar de “experiencia religiosa”es mencionar nuestra experiencia de Dios en la vida. Cada uno de nosotros nace con orientación hacia Dios y su amor. En lo más hondo de cada alma hay una semilla del amor de nuestro creador, de su Hijo Redentor y del Espíritu Santo. Somos limitados y necesitamos del Unico Necesario que es Dios. Eso es ser religioso.
Tenemos una profunda experiencia religiosa en la comunidad de San Gabriel, porque durante 29 años hemos sido testigos de muchos milagros que Jesús, nuestro Salvador realizó aquí. Además, está la experiencia viva de estar en una comunidad que sana por su silencio, su concentración en el Corazón de Jesús, su amor a María y su devoción a san Gabriel.
Un periodista dijo que “la Religión no da de comer”. Por supuesto que hay muchas realidades en nuestra vida que “no dan de comer”. Pero es justo preguntarse: ¿por qué millones de personas van a Luján a pedir a Dios paz y justicia para la patria? ¿Por qué miles de personas piden a Dios pan y trabajo? ¿Por qué cientos de creyentes vienen a San Gabriel Arcángel a pedir a Dios salud y la consiguen? ¿Por qué muchisimas gente da su tiempo, trabajo y bienes para dar de comer a los hambrientos del país y lo hacen «por amor a Dios»? ¿ Por qué los que se llamaron ateos durante toda la vida, cuando se acercó el momento de morir llamaron pidiendo los Sacramentos (como hizo nuestro famoso J.L. Borges?
De la experiencia religiosa nace de la Fe, sobre todo del amor a Dios. Sin la Fe, sin la experiencia del amor de Dios, el mundo es demasiado malo para que Dios sea bueno, para que exista un Dios bueno. La Fe nos hace elevarnos como personas y moralmente. La Fe es el remedio a la decadencia en nuestra patria. Las promesas de los hombres no sirven para sacarnos de la decadencia.
La experiencia religiosa puede hacernos capaces de resistir la terrible presión de la decadencia social. Demos gracias a Dios mil veces por darnos su Fe, su esperanza y su amor.
Mons. Osvaldo D. Santagada