¿QUÉ QUIEREN QUE YO HAGA POR USTEDES?
LA RENDICIÓN POR LA CRUZ
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron:
«Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir».
El les respondió:
«¿Qué quieren que yo haga por ustedes?»
Ellos le dijeron:
«Concédanos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria».
Y él les dijo:
«No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?»
Le respondieron:
«Podemos»
Entonces Jesús agregó:
«Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mi concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados».
Los otros discípulos al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
TEXTO MARCOS (10:35-40)
MOTIVACIÓN
Los discípulos estaban asombrados y atemorizados. Jesús los llenaba de contradicción. Ahora vamos a subir con Jesús a Jerusalén para dar cumplimiento a la obra de la salvación. Van por el camino, pero Jesús se adelantaba solo, orando, porque se acercaba su hora. Para Jesús, subir a Jerusalén es un acto de libertad que lo emociona. Los discípulos, sin embargo, tienen otras preocupaciones: Piensan en Jesús como en un Mesías político que va a instaurar un nuevo reino de Israel. El deseo y la ambición de poder atenaza a cualquier hombre. Desapegarse es difícil. Jesús les ha enseñado el desprendimiento, pero no lo entienden. Unámonos a los caminantes.
COMENTARIO
Santiago y Juan, impetuosos y decididos, no pueden esperar más. Ellos han seguido a Jesús y conocen su promesa de los doce tronos. Pretenden un buen «puesto» en ese nuevo reino. Se acercan a Jesús y se ponen a su lado, mientras siguen caminando. Van directamente al grano. «Rabbí», le dicen. Jesús deja de contemplar los campos, las rocas, algunas ovejas y responde enseguida: «Si, muchachos». Ellos arremeten: «Queremos que os hagas lo que te vamos a pedir». No usan siquiera el condicional de humildad: «Quisiéramos»… sino «Queremos». Jesús los conoce y así los eligió. Su respuesta es amable. Se da cuenta que desean algo para si mismos: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». «Queremos dos puestos junto a ti, cuando estés en tu trono, cuando seas soberano». La imaginación les bulle: que todo el mundo los vea a la derecha y a la izquierda de Jesús. Ellos quieren ser «importantes». Se sienten «importantes».
Jesús, triste de semblante, les dice la verdad: «No saben lo que dicen! Si ustedes supieran lo que debe suceder, quizás me abandonarían ya mismo». Entonces les pregunta para probar su pretendida valentía: «¿Pueden beber el cáliz?», es decir, «¿Pueden compartirlo conmigo? Ellos lo entienden en el sentido alegre de la metáfora: ¿Será beber el cáliz del triunfo? y contestan resueltamente: «Sí, podemos».
Y los mira con profunda compasión, subiendo lo que les espera: persecuciones, cárceles, burlas, castigos, fugas… y les asegura que sí, que beberán el cáliz y recibirán el bautismo. No les dice abiertamente que será un cáliz de amargura y un bautismo en la muerte. Cada uno debe marchar hacia su hora de con ilusión. Y sabe que «el discípulo no es superior al maestro, a lo sumo puede igualar al maestro». «A cada día le basta su aflicción». El no les ha ocultado la verdad, cuando les ofrezcan ese cáliz y ese bautismo, el Espíritu Santo les recordará lo que Jesús les ha anunciado en la subida a Jerusalén. La conversación no termina aún. Falta responder al pedido de sus amigos. Aquí Jesús es clarísimo. «Sobre el asunto de los puestos, no es asunto mío, sino de mi Padre. Y El ya los ha otorgado». No les niega el puesto. De hecho, Juan está reclinado junto a la Cruz, que se convierte en trono de gloria. A Pedro ya lo eligió cabeza del grupo. A su Madre, dolorosa al pie de la Cruz, la confía a la Iglesia y ésta la coloca junto a su Hijo glorificado, Señor del mundo, como puede contemplarse en tantos iconos y frescos de oriente y occidente. Fra Angélico nos ha dejado la pintura de Cristo glorioso colocando la corona a su madre. «la reina bellísima que está a su derecha vestida de oro».
Pero un rumor de fastidio surge de los otros. Cuando los «truenos» se atrevieron a acercarse a Jesús, ellos también se aproximaron y escucharon el pedido y las respuestas. Torrenciales de indignación, protestan a Santiago y a Juan, pero no por ser menos ambiciosos, sino por haberles ganado de mano.
Jesús aprovecha entonces y les recuerda que él los ha llamado no para ser «importantes», sino «pobres servidores».
APLICACIÓN A NOSOTROS Y PREGUNTAS DE JESÚS
Jesús no desaprueba la ambición, porque hay ambiciones sanas, puras, de hombres de bien, de justicia, de dignidad, de participación. Pero Jesús conoce adonde conduce la ambición de poder: los que mandan dominan como dueños y «hacen sentir» su autoridad. Los mandados sufren ese «peso», que a veces se hace insoportable. Incluso dentro de la Iglesia, como demuestra la vida de casi todos los santos: el obispo de Buenos Aires se negó durante un año a recibir a la Beata Antula. En esta escena evangélica aparece nuestra ambición y nuestro deseo de ser importantes. Jesús me pregunta «¿Qué quieres que haga por ti?» La única respuesta válida es: «Lo que tu quieras, Señor». Y El dice entonces: «No busco hacer mi voluntad». «No busco salvarme a mi mismo, sino quiero salvarte a ti con mi Cruz».
- ¿Cómo puedes ser un servidor más humilde?
- ¿Buscas los primeros puestos? ¿Los del medio?
- ¿Aceptas el sufrimiento en tu vida? ¿Desde ahora?
- ¿Quieres cooperar en mi redención? ¿Cómo harías?
- ¿Estás dispuesto, especialmente, a ser sostén del que sufre? ¿Cómo?
- ¿Sigues los ejemplos de humildad y desapego de aquellos eclesiásticos argentinos que no fueron «grandes señores» sino que fueron eximios en la fe y el servicio a los demás? ¿Conoces alguno?
PLEGARIA
Jesús, me has llamado para seguirte, tomar mi propia cruz y cambiar mi corazón.
Me cuesta ser abnegado, y acallar en mi los deseos prepotentes. Podría beber el cáliz y recibir el bautismo, pero mira mi miedo al peso de los poderosos.
Que tu amor desde la Cruz me inunde y que mi libertad se mantenga firme y constante en las inspiraciones de pobreza y desapego.
Haz que imite los grandes ejemplos y la humildad pascual del pueblo cristiano.
Bendita sea tu Cruz y tu pasión.
Glorificado seas Jesús con todos tus santos que blanquearon tus vestidos en tu Sangre.
PROPÓSITOS
- El que se cree muy seguro, ¡Cuídese de no caer!
– Convencerme que mi valor no depende de la aprobación de los demás.
– No vanagloriarme de nada. - «Me alegro de poder sufrir por ustedes y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo que es la Iglesia.
– Decidir que sacrificios asumo desde ahora y para que siempre como camino de sanitidad. - «Vigila tu conducta y tu doctrina y persevera en esta actitud. Si obras así te salvarás a ti mismo y salvarás a los que te escuchen»
Tratar a la gente con infinita compasión, sin distinciones perdiendo el tiempo con gusto cuando sea necesario, pero siendo firme y decidido en cortar lo que no sirve para la salvación de nadie