Prudencia opuesta a cualquier maquinación
La prudencia fundamento y madre de las restantes virtudes humanas, es esa
potencia que plasma nuestro espíritu, potencia exigente, que transforma el
conocimiento de la realidad en la práctica del bien. La prudencia necesita la humildad
de percibir la realidad en el silencio y con sencillez; necesita la fidelidad a la memoria
del ser; necesita el arte de dejarse decir algo con docilidad; incluso implica la
preparación perspicaz para aceptar lo inesperado. Prudencia significa al mismo
tiempo, el rigor calmo y el filtro de la deliberación, y la aceptación valiente en lo
definitivo del mandato a obrar. El ser de la prudencia es puro, preciso, abierto y
sencillo y está por encima de los manejos astutos y del utilitarismo de lo meramente
táctico. La prudencia conduce el barco de nuestra vida.