Nuestra libertad no está determinada de antemano
Conservamos la posibilidad de cambiar, aunque a veces nos mantengamos
cautivos de la inclinación. Podemos rechazar el mal y decidir seguir el bien.
Pues la libertad no es una fuerza intocable, aunque no se puede cambiar a
gusto como un vestido. Eso es negar las evidencias diarias de nuestra
exeriencia. Nos hacemos cada día por nuestra libertad: la libertad de ayer pesa
sobre la de hoy, y anticipa la de mañana. Somos gente oscura, muy mezclados
con lo material, demasiado metidos en nuestros hábitos, llevados por el
movimiento de la vida, como para poder elegir a cada instante poner en crisis lo
que estamos haciendo. Elegimos, seguimos nuestra elección y nos dejamos
llevar por esa inclinación. Por eso, según el estado de libertad elegido: cautivo
o liberado, hay dos clases de personas: los carnales y los espirituales. El
mundo no es tan negro como muestran los noticieros: hay mucha gente
espiritual que se dedica a buscar el Bien común y no su egoismo y deseos de
posesión.