Nuestra inseguridad de gente limitada
La presunción es pecado en sentido riguroso. Es un pecado contra el Espíritu Santo.
En el estado de peregrinos y caminantes la inseguridad es nuestra compañera, sean
santos o pecadores. A los hombres “en camino hacia la Patria celestial” nos resulta
imposible eludir la inseguridad y la posibilidad de perdición. Somos seres limitados,
existimos como creaturas y nos entregamos a la omnipotencia de Dios. No podemos
suprimir la inseguridad de nuestra vida, pero la podemos dominar sólo mediante la
Esperanza.
La Esperanza vive hermanada con el temor de hijos. Ese temor de hijos es uno de los
dones del Espíritu Santo. Sin embargo, ese temor es eliminado con la falsa seguridad
de la anticipación de la plenitud de parte del presumido. La presunción quita el temor y
por lo tanto desaparece también la Esperanza. Porque la Esperanza se funda en el
hecho de que aún no hemos llegado a la plenitud perfecta prometida por Dios.