Miseria y tragedia del amor conyugal

Miseria y tragedia del amor conyugal

Agobiado por el egoísmo el amor conyugal se desespera cuando ve la cumbre a la
que está destinado: la castidad del alma que envuelve al cuerpo, la fidelidad para
siempre, la generosidad que da la vida, la santidad que da la fuerza de Dios. Al ver esa
grandeza, la abandona y va a la vulgaridad, el frenesí sexual, la incredulidad y la
blasfemia.
La tragedia es que sigue prisionero de la carne y siente el llamado de Dios. Al
mismo tiempo que el influjo de la sexualidad, se da una inmensa aspiración, que sigue
presente en la raíz del acto de amor. La tragedia es que rechaza la aspiración mientras
triunfa la concupiscencia. La aspiración es infinita, la concupiscencia nunca llena, por
eso comúnmente las aventuras sexuales terminan en lágrimas y disguto. Aunque una
posibilidad de redención permanece dentro de la peor bajeza. Esa posibilidad se abre
a Dios en Cristo: el amor herido puede arrodillarse e implorar la pureza a Jesús.

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