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La redención del cuerpo
El cuerpo de Cristo
Este mundo se entiende en relación a Cristo. El cuerpo en su grandeza y
miseria encuentra su sentido y plenitud en Cristo. Es una Persona divina que
toma un alma y un cuerpo como nosotros. Por la Encarnación, Dios entra en el
espacio y el tiempo, y se anonada aceptando incluso el sufrimiento. A la vez
Dios eleva al cuerpo, inaugurando con el Cuerpo de Cristo el misterio de la
Gloria. La nada y la gloria son las caras que abraza la Fe.
Cristo nace de María y se desarrolla y madura como cualquiera, salvo que su
alma es dueña de su cuerpo. Por la Encarnación nuestro pobre cuerpo se eleva
a la posibilidad de lo eterno. El Rostro de Jesús es el rostro humano de Dios. La
primera tarea de Jesús con su cuerpo es hacer presente a Dios en nuestra vida.
Su Palabra humana es auténtica porque quien habla es la Persona divina que
nos comunica el misterio de la redención del cuerpo. Al llegar a su gloria Cristo
no se queda inactivo: se prolonga en otro Cuerpo: la Iglesia. Por la Iglesia
entramos en comunión con el amor de Dios. Y nuestros cuerpos unidos al de
Cristo son capaces de transmitir al mundo la vida del Espíritu Santo.