LA NUBECITA

LA NUBECITA

Cada 16 de julio se celebraba la fiesta de Nuestra Señora del Carmen en la antigua capilla de Rodriguez Peña. Miles de personas acudían durante todo el día para manifestar el amor a María la madre de Jesús.
Mons. Gustavo J. Franceschi, mi predecesor como director de la revista «Criterio», era el rector de esa Iglesia. Atraía a la gente por su voz sonora y el contenido substancioso de su prédica.
Tenía una costumbre: invitaba a los sacerdotes más conspicuos del clero porteño para predicar al pueblo. Cada año, pues, llegaba el canónigo Eusebio Speroni, con su figura imponente, rozagante, su cabello cano, su rostro rubicundo, sus movimientos solemnes, para entregar su mensaje.
Tomaba el texto del I libro de los Reyes (18:44) en que se narra la oración de Elías ante la sequía y como mandaba mirar hacia el oeste para ver si llegaba la ansiada lluvia, hasta que su servidor le dijo: «Hay una nube como la palma de una mano».
Franceschi con picardía nos decía, a los que por los años ’50 éramos seminaristas sin experiencia: «No se preocupen si este año pierden algo de esta prédica de portafolio. Este sermón de María, la «nubecita» que llega, lo viene repitiendo desde la primera vez que se lo pedí. Lo que se pierdan este año, lo completarán el que viene. Y aprendan otro tipo de predicación, en la cual nadie sepa como acaba, como hacía Jesús que dejaba a los oyentes la conclusión de las parábolas».

1 Comment

  • Isabel
    noviembre 7, 2022

    Monseñor Eusebio Speroni fue un santo.

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