la cultura y la religion

¿La cultura modela a la religión o viceversa?

Por Osvaldo D. Santagada, Buenos Aires

 

Cuando la parroquia San Gabriel nació en el barrio de Villa Luro (Capital) muchos pensaron que el catolicismo modelaría la cultura de 1911. Es cierto que hubo un cambio, pero no sucedió como imaginaron los católicos de 1993.

 

Cambió la sociedad argentina en los 13 años desde el corralito financiero de 2002. Se transformó también en lo tecnológico y lo cultural. Desde hace 10 años, por lo menos, el catolicismo no tiene lugar en los medios de comunicación. Lo que dicen obispos y párrocos no se difunde. Además, los medios católicos no son modernos y no atraen a la gente. Influenciados por el silencio sobre la religión en la sociedad, la gente ni se molesta en leer nuestro boletín Guía y Consejo, o el periódico Peregrino, no presta atención a los avisos parroquiales y no sabe qué decir ante una pregunta sobre la actividad católica en el barrio. Enraizados en la humanidad, los católicos no podemos escapar a las inundaciones que afectan el curso de la cultura: son fuerzas históricas que, por un momento, nos dominan. De pronto, nos hallamos católicos y argentinos, con una doble realidad que no sabemos unir ni articular. Es cierto, que la religión puede lograr cambios en la sociedad.  Pero, los cambios en la iglesia han sido de tal magnitud desde 1970, que la mayoría de los católicos ignora lo que escribo en la serie prácticas de la Tradición católica.

 

Antes del Concilio Vaticano II la cultura era normativa y universal, fuera de cualquier contingencia histórica. El catolicismo hasta 1965 era monolítico e incambiable y eso lo hacía atractivo. En realidad, fue una ilusión  pensar que la historia no dejó su impronta en la religión. La Iglesia parecía lo estable en un mundo cambiante. Con el Concilio tuvimos que aceptar incluso el desarrollo doctrinal.

 

En estos 22 años somos testigos del cambio ocurrido. Los fieles no hacen la genuflexión al entrar a las iglesias, no se confiesan de sus pecados, van a Misa según su antojo, no participan más de los grupos parroquiales (oración, Biblia, catequesis, misioneros, cofradías), y ahora se anotan en gimnasios, talleres literarios, centros de jubilados, cruceros, o bien aprovechan cualquier fin de semana para irse a pasear. La generación de 35/50 años se hizo un catolicismo a su gusto: por eso, los hijos que mandan al catecismo no vienen a Misa porque sus padres no practican la religión ni les interesa. La gente que antes consideraba sagrada a una iglesia, ahora la usan como supermercado u oficina de certificados. Muchos católicos se contentan con llamar o mensajear para poner en oración sus intenciones. Muchos sacerdotes murieron a causa de esta desafección, pues vieron la tristeza del presente y no el horizonte. Los laicos no actúan.

 

La Iglesia no es una reliquia del pasado sino un organismo vivo, sometido como todo lo viviente a la ley de la vida: no crecemos y morimos, crecemos y vivimos. Ese crecimiento – como en el amor – es doloroso e implica muchas tensiones hasta encontrar el camino que permita vivir con renovado vigor. Dios no abandona, y menos en esta hora.

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