fernando piñeiro medio ambiente

La conversión ecológica

La ecología la hacemos entre todos, con pequeñas acciones y no sólo esperando grandes soluciones mundiales.

 

T

odos nuestros actos tienen un impacto en el medio ambiente: negarlo sería una actitud irresponsable. En esta Pascua podemos hacer un profundo cambio en nuestro corazón que, a su vez, se traduzca en nuestro estilo de vida. Estamos llamados a una real “conversión ecológica” para que las futuras generaciones y aún las presentes encuentren un planeta habitable. La Tierra es de todos, los de hoy y los de mañana. Y los creyentes de modo especial debemos tener particular inquietud por ello; es un mandato de la justicia y la caridad. Porque, al respetar el medio ambiente y no despilfarrar los bienes de la tierra, demostramos que amamos la obra de Dios y que posibilitamos la vida de mañana, y que no nos adueñamos de lo que no es nuestro.

 

No basta con reciclar ni con comprar alimentos biológicos. Ni con cambiar las bombillas o desconectar los enchufes… Esos pasos son necesarios pero insuficientes. Lo que realmente hay que cambiar es nuestro modo de pensar y proceder. A continuación propongo algunas acciones concretas que permiten ponerse en línea con este nuevo camino que debemos emprender.

 

Mantener una espiritualidad fuerte centrada en Dios y recuperar el valor de lo sagrado. Sólo partiendo de nuestro encuentro con Dios podemos encontrarnos con nuestros hermanos y con toda la creación. La Tierra es mucho más que un simple depósito de recursos expuestos a la disponibilidad humana. La Tierra y todo el Universo fueron creados por Dios y formamos parte de esta realidad fascinante e infinita

 

Respetar al prójimo y tener una actitud solidaria y activa hacia toda la Creación. Descubrirnos como miembro de la misma especie en comunión y solidaridad con las demás especies.

 

Estudiar y educar a otros sobre los temas medioambientales. Un mayor conocimiento de estas cuestiones ayudará a que se conozcan los principios y prioridades de la Iglesia en las discusiones y en las tomas de decisión sobre el cambio climático, en especial cuando afectan a los pobres y vulnerables.

 

Moderarnos en el consumo, manteniendo austeridad y ahorro. Aprender a consumir solamente aquello que necesitamos, porque los recursos son limitados. El Papa también nos pide sobriedad y prudencia, llevando un estilo de vida acorde a una conducta social y moral cristiana. La austeridad debe traducirse en pequeños cambios en la vida cotidiana: no utilizar el coche de forma indiscriminada, cerrar las canillas, ducha en lugar de baño…

 

Tener responsabilidad como consumidores y tomar conciencia del sentido ecológico de nuestros actos: Ser conscientes de nuestra responsabilidad como consumidores. Como consumidores debemos actuar, dándonos cuenta que muchas veces la información facilitada en ciertos productos está adulterada, que no todo es tan ecológico como nos quieren hacer creer. A su vez, es su responsabilidad adquirir bienes procedan de fábricas que cuiden el medio ambiente y disponer de mecanismo para una disposición de los residuos en forma ecológica.  Cada uno de los seres humanos participantes del proceso de compra-venta debemos transformarnos seres pensantes, con “inteligencia ecológica”, y activos para ayudar a determinar el curso del planeta.

 

Utilizar el reciclaje y contribuir con las políticas de reciclaje. Es fundamental nuestra adhesión y compromiso con las campañas y políticas de reciclaje que se realicen.

 

Buscar el bienestar de los animales.  El bienestar de los animales y las cuestiones que tocan al modo moral de mantener las prácticas crianza de los animales destinados al consumo deben motivarnos a investigar el origen de la carne que consumimos y a abstenernos de comer carne de animales criados en condiciones antinaturales.

 

No arrojar basura en cualquier lado.  Hoy nuestras calles, lagos, ríos y playas están contaminadas, entre otras cosas, por la gran cantidad de basura arrojada por los ciudadanos comunes.

 

Por Fernando Piñeiro

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