LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO
Los ritos de la Iglesia Católica son bellos y dignos. Sólo por la ignorancia y la pereza de los ministros, se hacen los ritos de modo apresurado y sin preparación. Hubo tiempos en que ni los sacerdotes entendían el latín, idioma con el cual celebraban los Sacramentos. Son épocas negras de la historia de la Iglesia.
Mucho más grave es que en pleno siglo XXI, después de un Concilio ecuménico que restauró la dignidad de los ritos católicos, algunos arzobispos y obispos, no sólo no cumplieron lo que el Concilio mandó, sino que regresaron a épocas de atraso, movidos únicamente por el ansia de agregar católicos «de nombre» a la Iglesia. Pensaron y piensan que como el Bautismo coloca la semilla del Espíritu Santo en los bautizados, es mejor que haya gente con esa semilla, aunque ignorantes de todo lo referente a Jesucristo y a la Iglesia, y a la vida moral. Dicen: «algún día florecerá la semilla. Es inútil querer formar a la gente. Démosle el Sacramento del Bautismo y que Dios haga el resto». Es cierto que el Bautismo pone la semilla de la Fe en la gente. Es falso que no haya nada que hacer para que fructifique. Con esas ideas buenas y conclusiones falsas, se han puesto contentos los sacerdotes haraganes, que se contentan con hacer lo mínimo indispensable. Hay dos maneras de ser religiosos: una, que sólo cumple los mandamientos en lo estrictamente necesario; otra, que cumple la ley de Dios dando mucho más de sí mismos que lo meramente mandado. El pueblo católico quisiera hacer lo segundo: se ve en las penitencias que cumple, las peregrinaciones que hace, las mortificaciones que se inflige, las largas oraciones que formula. Los ministros, por lo común, pertenecemos al primer modo mencionado. Entonces, aunque la Iglesia mande que se celebren los Bautismos con decoro, música, comunidad, cantos, belleza; la realidad es otra: se «hacen» Bautismos rápidos, colectivos (de a decenas), sin preparación, sin cantos, sin comunidad, sin música, sin belleza. El pueblo lo soporta, y al fin, se acostumbra a buscar lo fácil y a tener una «religión sociológica».
En San Gabriel seguimos la norma de la Tradición: se celebran los Bautismos con preparación de padres y padrinos, con belleza de flores y textiles, con música y canto, en medio de la comunidad reunida. En 22 años jamás hemos pedido un centavo por los Sacramentos. Más aún, las flores y los músicos los paga la caja parroquial. Es un don de Dios que valoramos.