INTENTO DE SUICIDIO
El tren avanzaba ligero a través de los campos al sur de Bahia Blanca. Y era de noche cerrada. Los chicos de nuestro campamento ocupaban un vagón entero del ferrocarril a Bariloche: noventa y ocho entusiastas que habían dejado llorando a sus madres en la estación de Constitución.
Se prepararon para dormir. Se ingeniaron para convertir el vagón en un inmenso dormitorio. Pronto se hizo un silencio profundo y se apagaron las luces.
Me tocaba quedar de sereno junto a una de las puertas. Eran esos vagones antiguos que tenían una plataforma con una baranda de hierro que descendía a ambos lados por escalerillas. Desde mi puesto de vigía, observé como un muchacho, adolescente aún, salía del otro vagón y se dirigía a la escalera sin notar mi presencia en la plataforma contigua.
Tosí y se dio vuelta, sobresaltado. «¿Qué tal?», dije con voz baja. Me miró fijamente y no respondió. Se sentó en un escalón mirando hacia la llanura y hacia la noche. No me moví ni me fui. Intuía yo que le sucedía algo serio.
Al rato comenzó a hablar. «Quería suicidarme», explicó con voz angustiada. «No tengo mas ganas de vivir… Mi padre es rico, pero borracho… Mi mamá tiene que ocuparse de su vida «social»… Cada uno, en casa, hace lo que quiere. No me siento con fuerzas para seguir ese camino. Por eso quería tirarme del tren… cuando usted tosió, Padre. ¿Es Padre, no?»
«Si, soy sacerdote», repuse. «Voy con unos chicos a Colonia Suiza. ¿Estás sufriendo mucho, no?»
«Si, muchísimo», respondió. «Estoy muy confundido».
Propuse entonces: «Hagamos un trato: llega con tu grupo y viví tu campamento estos quince días. Como seguramente volveremos en el mismo tren, si para entonces estás completamente decidido a quitarte la vida, yo estaré junto a vos para encomendarte al Señor». El tomó todo en serio.
Dos semanas después nos volvimos a encontrar. Era otra persona. Había vivido la amistad del campamento, de las Misas, de la oración. Había estado en contacto con la naturaleza: montañas, lagos azules, frondosos árboles del sur de intenso verde…
Se acercó y resueltamente afirmó: «Ya no me voy a tirar. He comprendido que Dios me ama y que, pese a todo, yo valgo para ayudar a mi familia y a mis amigos. Gracias, Padre».