INDICACIONES PREVIAS AL TIEMPO DE ORACIÓN
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Apuntes para el retiro
- Tomar la decisión de comenzar la oración inmediatamente de terminada la plática. El salvador ya vino. Por eso, en el retiro y la oración hay que escucharlo a El. El predicador es sólo un instrumento que permite reflotar mi corazón hundido.
- Elegir por anticipado la postura corporal de mi oración y el lugar determinado donde oraré. El cuerpo también entra en oración. Si no lo hace, o bien duerme, o bien nos atormenta con su agitación. Comenzar con dos o tres inspiraciones y expiraciones profundas y largas.
- Aconsejo una postura inmóvil, estable, firme y descontracturada (no tensa): favorece la calma y el despertar interior (de rodillas, sentado con la espalda recta y la cabeza alta; sentado sobre los talones sin zapatos, sentado sobre un almohadón con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas).
- Desaconsejo acostarse para orar.
- Aconsejo, de vez en cuando, algunos gestos que expresan la actitud del corazón ante Jesús. Es el lenguaje corporal: de pie en medio del campo, arrodillado, con las manos juntas, con los brazos cruzados o extendidos, con las manos alzadas, con la cabeza inclinada, incluso con el cuerpo postrado por el suelo, o con la frente tocando la tierra. (Rom 12:1;1 Cor 6:9 Sal 45:12 Mat6:6;1 Sam3:9).
- Tener intención puesta en descubrir a Jesús vivo en el Evangelio y en la Historia de salvación, con la convicción de que me ama como soy y como estoy. Hacerme oyente apasionado y avispado de la Palabra. Dejarme inundar e interpelar por la Escritura.
- Decidir algunos gestos que van a comenzar mi oración (los que me motivan ahora y más adelante). Es decir, dar inicio a un nuevo hábito: el de orar. Sugiero en este orden los siguientes:
- Preparar un rincón de oración en mi cuarto.
- Poner en orden todo mi cuarto.
- Extender allí una estera o lona.
- Desplegar alguna imagen santa: la cruz, María, los santos o alguna foto (papá, mamá, hermanos, Santa Teresita, Charles de Foucauld)
- Tener abierta la Biblia.
- Encender un cirio.
- Establecer el tiempo que va a durar la oración y atenerme a él. No mentirme. Cuando termina el tiempo establecido, nunca caer en la tentación de juzgar mi oración. Con seguridad Dios ha actuado en mi, y Jesús ha orado en mi. A su tiempo cosecharé.