Importancia del canto para la participación
El Concilio mandó que se conservase y cultivase como sumo cuidado el tesoro de la
música sagrada. Y que se fomentaran los coros, no sólo para oirlos, sino para que
impulsen al pueblo a cantar con toda el alma y fervor. Hasta mediados del siglo XX
había órganos en las Iglesias y músicos capaces de acompañar al pueblo. Ahora en la
Argentina hay más de tres cientos órganos de los cuales muy pocos están
funcionando. Se oyen unas guitarras que tocan los acordes fundamentales y dos o
tres mujeres que gritan usando el micrófono cerca de la boca, de modo que la gente
nada dice pero odia ese nuevo sistema musical, que no fue preparado
específicamente. Aquí en nuestro país hubo músicos formidables que crearon cantos
hermosos, como Mons. Enrique Rau, Osvaldo Catena, Orlando Barbieri, J.C. Labaké,
J.C. Maddio, Miguel A. Bazán, José Bevilacqua, Roberto Caamaño, José Costamagna,
Jesús Segade, Lorenzo González y muchos otros. Después en los colegios
aparecieron cantos sin gusto que casi no duraron, pero que alejaron a la gente de los
auténticos cantos sagrados. También desaparecieron los auténticos músicos que
estudiaron en los Conservatorios nacionales o extranjeros.