Hay que poner voluntad y nuestro poder interior
El conocimiento moral no basta para conseguir la libertad. Hay que agregarle el
dominio de si mismo. La libertad se consigue con conocimiento y voluntad. Son
los ingedientes necesarios. Sin embargo, sabemos que nuestra carne y espíritu
están divididos. Somos tentados para dejar el camino bueno. Somos débiles
ante el bien por la herida interna heredada, por el gusto del pecado. Somos
prisioneros del placer, de la cobardía y del orgullo. No somos capaces de
dominar nuestros instintos, no llevamos los gestos, las palabras, y las acciones
a su auténtica finalidad. No somos libres, sino esclavos de nuestras pasiones,
afectividad y el cuerpo. Sólo llegamos a ser libres después de una dura y larga
lucha para poder ser capaces de resistir a las tentaciones, de lograr vencerlas, y
de llegar a plenificar nuestro ser humano mediante el espíritu. Es un trabajo que
dura mucho tiempo, aunque no imposible. Al final, lo que importa es amar lo
que Dios hace en nosotros.