Hacer sentir vergüenza puede ser “denigración”
Hay gente que se dedica a hacer sentir a los demás que no merecen las alabanzas
que les prodigan, que la opinión que se tiene de ellos es equivocada. Cuando uno se
entera de eso, siente vergüenza por uno mismo, y vergüenza por el malvado que ha
desquitado su fracaso, hundiendo a otro. Sucede en instituciones, empresas, oficinas
cuando se piden “informes” de un compañero. Son informes “secretos”, aunque con
el tiempo nos enteramos de que nos hicieron quedan peor de los que somos en
verdad. Y no ocurre sólo en lo secreto, hay también ocasiones en que se pone negro al
contrincante (se denigra) para que nadie lo vote, ni consiga cargo alguno. La moral
llama a esa denigración “Pecado de detracción”. Esa detracción consiste en quitarle la
buena fama a quien la tiene. No se puede perdonar en la Confesión, si no hay promesa
de restituir la fama quitada. No es extraño que quienes quieren conseguir altos cargos
y no tienen competencia, se mantengan durante años en “bajo perfil” para que nada se
pueda decir de ellos. Así llegan a subir y no saben dirigir. Quienes, en cambio, trabajan
duro por los demás, no se salvan de la detracción.