El Espíritu de Dios puso orden en el caos primitivo
Ahora parece que la nueva normalidad es el caos!

El Espíritu de Dios puso orden en el caos primitivo
Ahora parece que la nueva normalidad es el caos!

Osvaldo D. Santagada


En la solemnidad de N.S. de Luján, el 8 de Mayo, antes de la Misa dije unas palabras sobre
el sentido de la palabra solemne, ceremonia y rito. Jamás imaginé que esas palabras
tuvieran el eco que recibí. Varios me enviaron guasaps o me dijeron algunas realidades que
yo no conocía bien. Así me enteré que el ejemplo de los abanderados de las Olimpíadas que
yo había puesto no funciona, porque en los últimos dos Juegos hubo muchos que hicieron
pantomimas con la bandera de su país y no hubo la solemnidad de la que yo hablaba.
Otros me contaron las realidades que se están viviendo en casi todas partes: los patéticos
actos escolares convertidos en entretenimiento y charla; los actos patrios presididos por
autoridades vestidas como para ir de pesca con discursos que avergonzarían a un alumno de
escuela primaria; el ruido insoportable de los asistentes a los Bautismos, las Primeras
Comuniones, Confirmaciones y Matrimonios, con gente que habla, se saluda, usa el celular y
no presta atención a nada de lo que en apariencia debería ser una ceremonia solemne.
Quedé sorprendido, porque aquí en San Gabriel Arcángel eso es impensable. Desde el
inicio esta comunidad fue una comunidad de silencio, atención y respeto. No se usa el celular
y nadie charla, porque todo está preparado para concentrarse y salir renovado de la iglesia.
Sin embargo, no pude menos que pensar en las primeras líneas del primer libro de la
Biblia, el Génesis, cuando dice que “el Espíritu de Dios puso orden en el caos primitivo (tohu
wa wohu)”. Para una mente con sentido común, lo normal es el orden, no el caos. Ahora,
parece que hemos entrado en una nueva normalidad en donde reina el caos y es bienvenido.
Cuando triunfa el caos, las cosas salen mal. Nada puede sostenerse sin que exista una
cuota aunque sea mínima de orden. Ningún país, ni institución, ni comunidad, ni grupo, ni
familia puede elevarse sin la presencia del orden, el respeto, el cuidado, el esmero en lo que
se dice y en lo que se hace. El orden es el principio del mundo y del hombre. El hombre sin
orden se vuelve irresponsable, voluble, inestable y termina en las dos enfermedades bien
conocidas: la depresión y la ansiedad. Y el orden comienza por el silencio. Cuando queremos
sanarnos necesitamos el silencio.

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