El desafío del liderazgo
Por Fernando Piñeiro
Si se estudia la vida del beato José Gabriel Brochero uno queda admirado por la obra de ese hombre entregado a servir a su pueblo. Nada había hacia 1870 en los parajes serranos que tanto transformó. Sólo estaban Brochero, su visión espectacular, su amor a Jesucristo y su pasión que lo impulsó a mejorar la situación de la gente.
La realidad actual requiere que surjan líderes capaces de transformarla. Personas que se conmuevan y entreguen su tiempo y energía en pos del bien común. El abanico de necesidades físicas y espirituales es infinito. Qué distinto sería todo si cada uno de nosotros hiciera algo por el otro a partir de mañana. Ser líder es influir en los demás y lograr acciones concretas.
Este liderazgo exige compromiso y acción, pero sobre todo tener en cuenta hacia dónde se debe ir. Para entrar en este desafío conviene comenzar con el final en mente. Contar con esta visión global traza la dirección y, ayuda a decidir en qué concentrarse, qué caminos tomar y cuales evitar. Una vez establecido, lo indispensable es definir con claridad los objetivos específicos y cómo serán alcanzados. Las metas deben convertirse en pasos reales a seguir.
Quien accede a internarse en esta aventura requiere tener autoestima y una vida espiritual sólida. Se topará con problemas e inconvenientes que lo harán replantear una y otra vez su vocación. El miedo puede frenarlo en su misión. Las incógnitas pueden paralizarlo. Aparecerán fuertes enemigos como el placer a corto plazo, la desesperanza y el desgano, y distintas tentaciones u obstáculos, que los harán repensar una y otra vez lo que están haciendo y replantearse si vale la pena el esfuerzo en el camino que ha elegido. Los líderes corren riesgos. El líder tendrá que llevar al máximo sus virtudes de justicia, fortaleza, templanza y prudencia.
Para poder actuar, cada uno debe discernir entre sus preocupaciones cuáles son las que puede solucionar, y cuáles escapan a su posibilidad. Lo importante es comenzar a hacer algo. Los líderes no están orientados hacia sí mismos, están orientados al cumplimiento de su visión. ¡cuántos temores y tentaciones habrán sufrido el cura Brochero, Sor Ludovica, la madre Teresa y tantos otros¡ Sin embargo, no se amedrentaron. Confiaron en la Providencia de Dios y siguieron hacia adelante.