El Crucifijo
¿Por qué veneran a un Cristo muerto? Los evangélicos veneramos a Cristo
Resucitado, me espetó un joven. En realidad, esa actitud es la de quienes no pueden
ver con claridad la humanidad de Cristo. Les parece demasiado terrible que el Hijo de
Dios hubiese sufrido el suplicio de la Cruz. Lo mismo pensaron los primeros
cristianos. Sin embargo, hacia el año 200 Tertuliano afirma: “En nuestros viajes y
movimientos, en nuestras entradas y salidas, al ponerse los zapatos, en el baño, en la
mesa, al encender las velas, al acostarse, al sentarse, en cualquier ocupación,
marcamos nuestra frente con la señal de la cruz”.
Luego a principio de los años 300 la cruz desnuda se convirtió en signo de los
cristianos. De esa época es la primera cruz con el crucificado que existe hoy (en el
Museo Británico, de marfil), y la de las puertas de la basílica de S. Sabina en Roma.
Con el Concilio de Nicea (767) se admitió el culto a las imágenes y comenzaron los
crucifijos, aunque Jesús estaba en ellos como Rey glorioso. En el s. X comienzan las
crucifijos dolientes, por influjo del movimiento que hizo nacer a los franciscanos: la
realidad de la humanidad de Jesús. Cada Viernes Santo veneramos la Cruz y la
besamos, pero sin el crucificado. Así seguimos la tradición más antigua. Honramos a
Cristo Resucitado y el Viernes santo se menciona en las oraciones el Misterio Pascual
de la Muerte y Resurrección de Jesús.