Educar en la prudencia

Educar en la prudencia

Cuando decimos que la prudencia es el fundamento y la madre de cualquier virtud
moral, queremos expresar que es imposible educar a un hombre en la justicia, la
fortaleza y la templanza, si no se lo educa antes y a la vez en la prudencia. ¿Por qué?
Porque la prudencia es la valoración objetiva de la situación concreta en que tiene
lugar la operación humana (la norma del actuar no del hacer). La prudencia es la
facultad de transformar el conocimiento de la realidad en la decisión personal.
La teoría cristiana clásica sobre la primacía de la prudencia constituye en lo más
íntimo de su estructura la refutación de cualquier intento casuísta (inventado por los
autores de libros) de construir y tutelar las decisiones del hombre, en contra de la
exigencias del ser.
La prudencia, primera de las virtudes cardinales es índice de la mayoría de edad
moral y señal de la libertad moral.

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