ECHAR LA CULPA
Jesús mantuvo el control de su vida. Nunca echó la culpa de nada a nadie. Cuando sus discípulos le preguntaron si el ciego de nacimiento o sus padres pecaron (Juan 9:1-3), Jesús contestó: «Ni él ni sus padres». Jesús no acostumbraba echar la culpa a nadie. Cuando nos salen las cosas mal, buscamos algo o alguien para echarle la culpa.
Conviene hacernos algunos preguntas y escribir las respuestas en un papel, para mejorar la calidad de nuestra vida. La primera, ¿qué cosas «malas» de nuestra vida podrían convertirse en «buenas»? La segunda, ¿qué cosas «buenas» de nuestra existencia salieron de algo «malo»?
Cuando nos salen «mal» las cosas, ¿a quién le echamos la culpa? ¿No sería mejor callarnos y considerar que Dios lo permite y El quiere nuestro bien y felicidad?