¿Dónde comienza tu vida?
Osvaldo D. Santagada
Tengo muchas fotos de mis padres y hermanos conmigo. No son retratos. Son
instantáneas de mi padre dándome un regalo, de mi mamá sirviendo la comida, de mis
hermanos y yo jugando, de mis amigos estudiando conmigo. Me rodean las fotos. Y las tengo
junto al Crucifijo, porque desde chico me enseñaron que Jesús murió por amor a mí. Estoy
rodeado del amor de los míos y de Jesús.
Ese altarcito en el cual, en lugar de estampitas de santos, tengo fotos del amor que recibí,
me ayuda hasta en el modo de hablar. Por eso, me llama la atención la gente que comienza a
hablar diciendo: “ Yo soy una buena persona. Yo soy leal. Yo soy fiel. Yo soy capaz” y muchas
expresiones semejantes. Probablemente todo eso sea cierto, pero lo seguro es que para ellos la
vida comienza en sí mismos: Yo.
Cuando queremos tener un horizonte que vaya más allá, la realidad comienza justo en forma
contraria. No comienza por mi yo, sino por los demás. Ser una buen persona, es un valor, lo
mismo que ser leal, fiel o capaz. Y es buen que uno se valore. Pero cuando sólo tu te valoras, no
hay horizonte.
Algunas personas me valoran , me aceptan como soy, me perdonan, me ayudan con sus
ideas, no me critican, no me protestan, no intentan cambiarme, no me juzgan, me sirven con su
trabajo o con su ejemplo, me animan, me impulsan, me hacen conocer otras realidades. Para
decirlo brevemente, algunas personas me aman y otras, que yo tengo a mi lado, me amaron.
Entonces allí empiezo a valorar mi vida y se me abre el horizonte. Mi vida no comiena con mi
ego. Mi vida comienza desde que nací y alguien me amó desde el primer instante, mis padres u
otros. Estas son las grandes preguntas del amor: “¿Recibí amor, fui aceptado como era, fui
valorado, fui perdonado, fui servido, fui impulsado?” Entonces, recién entonces puedo recordar a
Jesús, que amor a mí se entregó al sacrificio más terrible. Si, la presencia del amor humano me
hizo encontrar con el Jesús que oigo en el texto del Evangelio y siento en la comunidad cristiana
que me transmite lo que viven quienes creen en Jesús: el amor. Y así pude amar a los demás. +