CUIDAR LAS RAÍCES
La familia estaba muy contenta: habían plantado un duraznero en el fondo de la casa y pensaban tener riquísimos duraznos para el verano. Así sucedió el primer año. Como disfrutaron…
Sin embargo, en la primavera siguiente notaron como empalidecían las hojas. No habían tantas flores. Los duraznos que se cosecharon fueron más chicos y menos sabrosos.
Se preocuparon. Limpiaron la tierra, colocaron fertilizantes. Y, al fin, llamaron a un especialista que dictaminó: unos insectos se habían comido parte de la corteza inferior y habían separado las raíces del tronco. Poco después el árbol moría.
La familia se reunió. Hablaron. Estaban fastidiosos porque no se habían dado cuenta de que el problema estaba en las raíces y no en la tierra, o el riego. Una plaga externa había hecho de las suyas.
Llegaron a un acuerdo: «de ahora en adelante vamos a cuidar también las raíces». El hijo rebelde dijo: «¿Las nuestras también?.