Con el cuerpo nos ofrecemos a Dios
El cuerpo está hecho para el alma, para traducirla, ensancharla y darla. Y el
alma está hecha para Dios. El cuerpo ayuda al alma a la comunión con Dios.
Este es el papel del cuerpo en la oración. Todos los gestos religiosos traducen
nuestro impulso hacia Dios. Por medio del cuerpo, nuestra oración llega a los
demás y nuestra Fe ilumina a los otros. La vida de la comunidad de culto
expresa el misterio cristiano.
El cuerpo sostiene a la oración y la refuerza, incluso cuando sufre las nanas que
todos tenemos. A veces el alma está distraida, vagabunda, triste y sin apuro por
unirse a Dios. El cuerpo va a actuar: tomamos nuestro rosario y decimos
nuestra oración y la repetimos como hizo Jesús: “Que se haga tu voluntad”.
“Ruega por nosotros pecadors”. No rezamos sólo con el alma sino con el
cuerpo también. Mediante nuestro cuerpo el alma da testimonio de su presencia
para Dios. El cuerpo no ha sido hecho para pecar, sino para la comunión con
Dios. Qué dignidad la de nuestro cuerpo.